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La excelencia como virtud de altas esferas ¿Es necesario ser exigentes para alcanzarla?

La excelencia como virtud de altas esferas ¿Es necesario ser exigentes para alcanzarla?

Inspirado en capitulo Exigencia y Excelencia de "La Sabiduría de las emociones". Norberto Levy

Empecemos por presentar una estructura básica de la exigencia.

Hay una meta. Hay alguien que exige para que se logre esa meta. Hay alguien que es exigido a lograr esa meta (en oportunidades el exigidor y el exigido es la misma persona)

La Creencia donde se apoya esta estructura es que si quieres lograr excelencia, debes esforzarte y/o exigirte. O si eres exigente, tu resultado será la excelencia.

En muchas oportunidades el pensamiento positivo "Querer es poder" resulta paradójicamente muy negativo ya que conduce a creer que las personas no consiguen sus metas, no porque no pueden, sino porque no quieren.

Veamos esta distinción:

Querer: orientar las energías, fuerzas e intención hacia una dirección

Poder: contar con los recursos adecuados para realizar una intención.

¿Que notas en esto? Muchas veces el exigidor esta tan enfocado en el resultado, apoyado en su intención de concreción de la meta que cree que el mero hecho de aplicar fuerza, exigir y presionar, será el condimento indispensable para que eso se logre. ¿Ha pensando ese exigidor en los recursos que tiene el exigido?

En el exigir se excluye el NO como respuesta, generando sometimiento en el exigido y su consecuente resentimiento. Por lo general el exigido responde a las ordenes, cumple, lo que podría indicar que el método de exigencia es adecuado y eficaz. Pero si no se contempla las condiciones del exigido, éste va generando un deterioro físico y emocional con su consecuente baja de rendimiento, preparando un terreno fértil, irónicamente hablando, de tener que exigir mas.

El exigido se siente oprimido, se enoja, no puede expresarse y se somete nuevamente. Knock out técnico.

Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito.

ARISTÓTELES

Y aquí abrimos paso a desglosar el concepto de excelencia, que justamente nos abre un espacio de acciones completamente diferente al de la exigencia. Recordemos que parecido no es lo mismo.

La excelencia es cuidado e interés por hacer las cosas del mejor modo posible. Ya escribirlo me genera alivio.

El exigido- exigente no experimenta la relación con bienestar, ni con aprendizaje, ni crecimiento. Se pierde la alegría de la excelencia.

La exigencia no es hija de la excelencia, ya que esta ultima no producirá siempre al máximo, sino que a su máximo, sin consumirse y sin socavar la calidad de vida.

Es por ello que resalto de la excelencia un espacio de virtud. Es conectarnos con altos estándares que no permitan crecer, aprender y ser cada día mejores que ayer, en la construcción diaria, con avances y retrocesos, con subidas y bajadas.

Básicamente, nuestro carácter está compuesto por nuestros hábitos.

«Siembra un pensamiento, cosecha una acción; siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter, cosecha un destino», dice el proverbio.

Los hábitos tienen una enorme atracción gravitatoria, más de lo que la mayoría de las personas comprenden. Para romper tendencias habituales profundamente enraizadas tales como la indecisión, la impaciencia, la crítica o el egoísmo, y vibrar en la frecuencia de la excelencia, se necesita más que un poco de fuerza de voluntad y algunos cambios menores en nuestras vidas.

El «despegue» exige un esfuerzo tremendo, pero en cuanto nos despegamos, nuestra libertad adquiere una dimensión totalmente nueva.

Indáguese, pregúntese, obsérvese y encarne el rol de asistente de su lado exigente, para experimentar que siente al recibir buen trato, celebre los micro logros alcanzados, sienta la paz de haber hecho lo mejor que pudo en ese momento y que puede mejorar cuanto mas vaya adquiriendo recursos (técnicos y emocionales)  

¿Que te pareció el articulo? ¿De que te diste cuenta?

 

Por Lic. Sofia Riccio. Coach y Neurodecodificadora laboral y organizacional

 

Inspirado en capitulo Exigencia y Excelencia de "La Sabiduría de las emociones". Norberto Levy

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